La recuperación merece la pena. Eso me repetían quienes iban por delante de mí en ese camino cuando mis sufrimientos en el proceso eran tan atroces que costaba confiar en que fuera así. Tantos miedos que resultan fútiles porque la mayoría nunca se cumplen, y otros dejan de ser miedos cuando nuestra mente sana y cambia hacia formas más sanas de pensar. Sí, yo ahora, a punto de cumplirse 5 años desde que me decidí a emprender el camino de la recuperación, puedo decir que todas y cada una de las dificultades merecen la pena por lo que hay después.
¿Es una vida perfecta, sin problemas, sin preocupaciones? No. Ni siquiera es una vida sin volver a tener pensamientos del trastorno que a veces incluso nos hagan tambalear. Pero es una vida rica en amplitud, libre y con la oportunidad de desarrollarnos en todo nuestro potencial y compartir eso con nuestros seres queridos. No es una seguridad de felicidad, pero sí nos abre el acceso a poder conseguirla de verdad.
Hoy, mi vida es completamente diferente a cuando vivía con la anorexia, a cuando estaba en recuperación y a cómo la enfermedad me empujaba en esos momentos a creer que iba a ser mi vida post-recuperación. ¿Qué puertas me ha abierto la recuperación por las que estoy agradecida?