9 tips para una feliz Navidad en recuperación de un trastorno alimenticio

9 tips para una feliz Navidad en recuperación de un trastorno alimenticio


Para la mayoría de las personas, la Navidad significa ilusión, luz, diversión, cosas bonitas… pero, cuando estás recuperándote de un trastorno alimenticio, es uno de los momentos más temidos del año. Vemos que se avecinan demasiadas cosas que no podemos controlar concentradas en muy pocos días, y eso nos crea ansiedad. ¿Qué voy a comer? ¿Qué comentarios detonantes va a hacer la gente? ¿Voy a tener tiempo de hacer ejercicio? ¿Qué hago si los pensamientos son demasiado fuertes y entro en pánico?

Tranquila. Respira hondo. Entiendo esos miedos; hace pocos años, me tenían temblando. La incertidumbre me hacía estar todo el día dándole vueltas a la cabeza, tanto antes como después de las celebraciones. Además, el TCA aprovechaba para jugar con mi distorsión y hacerme sentir enorme, con lo que era aún más difícil confiar. 

Hay que evitar ese círculo vicioso de sobrepensar-debilitarnos-estar más propensos a los pensamientos-dejar entrar los pensamientos-estar angustiados y desolados-recaer en comportamientos de la enfermedad. Y es posible hacerlo. Estos últimos años, estoy mucho menos nerviosa gracias, por una parte, al propio avance de la recuperación (la mente sigue al cuerpo, ¡de verdad!) y, por otra, a los sistemas que he aprendido a poner en práctica. 

Tú también puedes aprenderlos y llegar a interiorizarlos, si sigues los consejos que daré a continuación.

1. Rétate en Adviento

Es un error pensar que, como en Navidad vas a tener que afrontar muchos retos de comida, deberías “reservarte” para esos y bajar un poco el ritmo de recuperación durante el Adviento. No cedas a esa tentación. Por el contrario, márcate conscientemente retos, a ser posible diarios. No hace falta necesariamente que impliquen comer más. Algunos ejemplos (todo depende de las pautas de tu tratamiento y de la fase de la recuperación en que te encuentres) podrían ser:

  • Sustituir una merienda segura por dulces navideños. Puntos extra: añadir.
  • Comprar un calendario de Adviento con chocolatinas. 
  • Salir a comer fuera. Puntos extra: pedir un plato que te dé miedo.
  • Dejar que tu familia prepare algo sorpresa sin que tú controles cómo. Puntos extra: no quejarte sea lo que sea cuando te lo den, ni intentar reducir.
  • Probar ingredientes nuevos.
  • Atreverte a echar salsas. Puntos extra: que no sean light.
  • Echarte algo sin pesarlo o medirlo
  • Permanecer sentada cierto tiempo en sobremesa. Puntos extra: 1h o más.
  • Acortar aunque sean 5 minutos de tu rutina de ejercicio. Puntos extra: tomar un día de descanso espontáneo.
  • Ver una película navideña sentada. Puntos extra: con palomitas.

Así, estarás mucho más preparada para las situaciones parecidas que se darán durante las festividades navideñas. Serán cosas a las que ya estás acostumbrada, y por tanto más fáciles de manejar. Además, cuando vayas dándote cuenta de que no te vuelves gorda de un día para otro cuando haces esas cosas, cogerás seguridad en que puedes hacerlas y no te darán tanto miedo.

2. Imagínate al Niño Jesús sonriéndote

Los retos están muy bien, pero solo si tienen un propósito. Si tienes la sensación constante de que estás haciendo las cosas mal, de que en realidad no te quieres recuperar sino que ha sido un error, de que estás fracasando física y moralmente… ¿para qué aguantar tanto tormento?

Por eso, porque no siempre vas a querer el propósito de tu recuperación, necesitas poner tu propósito en algo más grande que tú. En Dios. Él te ama infinitamente, cree en ti (no importa lo que tú creas en Él), está deseando que florezcas y seas en plenitud como Él te ha pensado y, por tanto, que te recuperes. Se alegra, sonríe y hace una fiesta cada vez que comes, que haces lo correcto a pesar de los pensamientos. 

En Navidad, es más fácil que nunca traer esta imagen a tu corazón. Cada vez que estés sufriendo delante de un reto, imagina al Niño Jesús delante de ti. Un bebé, ¿cómo no conmoverse? Y, con cada mordisco, te sonríe más, aplaude, se ríe, te manda besos. Contágiate de Su tierna alegría para poder seguir adelante.

3. Crea una red de apoyo

No tienes que hacer esto sola. Piensa con qué personas puedes contar para desahogarte y buscar apoyo y consejo cuando te veas muy atacada por los pensamientos o una situación te genere mucho estrés.

No creas que eres una molestia. Al contrario, al permitir que otros te ayuden les estás ayudando a ellos a crecer como personas y desarrollar su propia vocación de servicio que todos tenemos.

Recuerda además que el TCA adora el secretismo, es donde más te puede manipular; muchas veces, solo con el paso valiente y humilde de decir en voz alta lo que él te susurra, la tentación desaparece o palidece en gran medida.

Sería idóneo tener un cómplice en las reuniones sociales a quien poder hacer un gesto si te encuentras mal por algo y que te ayude así a salir de ahí, a poder ir a hablar a solas para tranquilizarte, o a llevar la conversación que se esté produciendo hacia otros temas. Pero, si no (o además de, ¡nunca se tiene demasiado apoyo!), busca gente a la que puedas llamar o escribir contándoles abiertamente lo que te pasa. 

Yo misma estaría encantada de ayudarte, así que no dudes en contactarme en instagram o a través de la web. También puedes ir a YouTube y apuntarte al Reto de Adviento: el Árbol de Jesé de la Salud, del que hablaré más adelante, y dejar comentarios en los vídeos.

4. Sé racional

La verdad nos hace libres. Un trastorno alimenticio te mete en la cabeza ideas irracionales que te tienen atemorizada pero que son totalmente falsas. En cambio, conocer la verdad es muy empoderador porque te permite tomar decisiones sabiendo sus consecuencias reales. Entre otras cosas:

  • Sabes que una comida no te engorda o te adelgaza. Ni siquiera varias.
  • Sabes que saltarte el ejercicio un día, o varios, no hace que tu cuerpo se ponga fofo. 
  • Sabes que no tienes que comer menos los días que no haces ejercicio, entre otros motivos, porque la mayoría de calorías las necesitas solo para mantener tus funciones vitales de todas formas.
  • Sabes que el cuerpo intenta siempre mantener la homeostasis, es decir, básicamente el estado de cosas tal y como están. Esto influye en todos los puntos anteriores.
  • Sabes que necesitas mucha comida para reparar los daños internos causados por el TCA. Y muy probablemente también ganar peso.
  • Sabes que ninguna comida es mala en sí, aunque te dé miedo. Y que ninguna comida te puede hacer tanto daño como el TCA.
  • Sabes que tu cuerpo no es como tú lo ves, sino que padeces un síndrome llamado dismorfofobia corporal, esto es, distorsión de tu imagen corporal.

Lo sabes. Todos los datos científicos lo demuestran. Y lo has visto mil veces en otras personas. Y si no lo sabías, ya lo sabes, y aquí estoy yo como prueba viviente de que es verdad. Recuerda estos datos objetivos cuando tengas miedos irracionales.

5. Apúntate al Reto de Adviento: el Árbol de Jesé de la Salud

La clave para vivir bien la Navidad es prepararse bien durante el Adviento. Para ayudarte a ello, he creado este reto. La tradición del Árbol de Jesé (poco conocida aquí en España, pero muy popular en Estados Unidos) consiste en ir recorriendo la historia de la salvación en el Antiguo Testamento, sobre todo a través de los antepasados de Jesús, para descubrir 1) el amor de Dios y 2) cómo todo en su plan tiene al final un sentido.

En los vídeos que subiré cada día, encontrarás el pasaje bíblico correspondiente y una pequeña reflexión que te ayudará a aplicarlo a tu salud mental y física, para que aprendas a cuidar de ti misma conforme al amor y al plan de Dios. Puedes apuntarte AQUÍ o pulsando en las imágenes del principio o el final de la entrada. ¡Estoy deseando compartir este camino contigo!

6. Prepara un diálogo interior

Mucha gente te va a hablar, y no siempre van a decir lo correcto. Lleva tus respuestas planeadas, quizá no para decírselas —aunque es genial si puedes aprovechar alguna oportunidad para educarles, después de todo, por lo general no tienen mala intención, solo desconocimiento y demasiada influencia de la cultura de la dieta imperante— pero sí para decírtelas y recordarte la verdad:

Si te dicen que se te ve sana:

Tómatelo como un cumplido y no asumas que se te ve gorda. Nadie normal querría verse enfermo. Y si todavía no estás sana, no asumas que ya se te ve que sí. La gente habla por comparación con cómo estabas antes, y con la intención de animarte. Vas a estar todavía muchísimo mejor si continúas hasta el final. Si, con tono cariñoso, te llegan a decir que se te ve más gordita o más rellenita, recuerda que son solo expresiones (como cuando alguien llama a su amiga o novia “gordi”) y no quieren decir lo que la palabra quiere decir. Aunque sí, yo tampoco lo entiendo.

Si te insisten para que comas algo o hagas algo que te resulte incómodo:

No te sientas mal por declinar y recuerda que estás cuidando de tu salud mental.

Si comentan sobre tu manera de comer:

  • Lo poco que comes: tú sabes que estás haciendo el mayor esfuerzo posible y que en circunstancias normales sigues tu plan de recuperación. Estáte orgullosa.
  • Lo mucho que comes o cómo comes cosas que antes no comías: siéntete bien contigo misma, porque esa comida es la que está reparando tu salud. Estás comiendo lo que tu cuerpo necesita, pese a lo que te cuesta, y eso es todo un logro. 
  • Lo raro que comes, por qué tienes que seguir ciertos hábitos o llevar tu propia comida: no tienes que dar explicaciones, tú sabes por qué haces lo que haces y debes proteger tu proceso de recuperación.

Si comentan sobre la comida:

Que era mucha, que si cómo nos hemos puesto, que si no van a cenar para compensarlo, que si ahora hay que ponerse a dieta, que si X comida no se supone que es poco sana, etc.: laméntate de que la cultura de la dieta haya calado tanto. Afortunadamente, tú te estás liberando y en el futuro no solo tendrás una mejor relación con la comida que cuando tenías el TCA, sino que la mayoría de las personas

7. Resiste el ansia de compensar

Ni antes ni después. Antes, toma tus comidas normales, vive tu vida como siempre, no restrinjas creyendo que puede ser que comas más o hagas ejercicio de más por si en otro momento no puedes. Tu cuerpo no es una cuenta bancaria en la que acumulas déficits de calorías o minutos de ejercicio en unos momentos, y luego equilibras al depositar las calorías “de más” (¿existe eso en la recuperación?) de otra comida o los minutos “de menos” de una rutina de ejercicio. Es un organismo vivo. Trátalo bien en cada momento, céntrate en hacer en cada momento lo que tienes que hacer.

Después, tienes que aguantar la incomodidad corporal y el tormento mental. Si lo soportas, habrás ganado, por mucho que no lo sientas así. En cambio, si acabas compensando, habrá ganado la enfermedad. Obviamente, si has comido realmente mucho o has terminado muy tarde, puede que no tengas que forzarte a comer igual el resto del día… pero 1) esto no deberías determinarlo tú, que vas a tender siempre a sobreestimar lo que has comido y 2) escucha a tu cuerpo, porque quizás comer un poco más es justo lo que necesitabas.

8. Ponte tus anteojeras

Las anteojeras son las piezas que se colocan en los ojos de los caballos para que solo vean el camino delante de ellos y no se asusten o distraigan por su visión lateral. Ponte unas (figuradas) tú también. Céntrate en tu propio camino, en lo que tienes que hacer para tu recuperación, que se verá muy diferente de lo que hace la gente que te rodea. Por ejemplo, es muy posible que necesites comer incluso más que otros, porque estás intentando ganar peso, porque tienes que comer calorías extra para reparar los daños de tu cuerpo, porque el metabolismo muchas veces se acelera con la recuperación y porque mucha gente come de menos cuando está delante de otros para quedar bien. 

Tampoco se te aplican los mensajes que normalmente se promueven como de salud general, para todos: no son para todos, sino que se suele dar por hecho que la gente necesita en general perder peso, de ahí que las recomendaciones dietéticas o los tamaños de las porciones de los paquetes sean a veces de cantidades ridículamente pequeñas.

Hazte también inmune a toda conversación sobre nutrición que no esté fundamentada en pruebas empíricas sino en las últimas noticias de la prensa. Y pasa de las dietas que estén probando otras personas, que pueden o tener otros objetivos o directamente estar muy equivocadas. Tú estás haciendo las cosas bien para ti.

Comparación física:

Deja de mirar también los cuerpos de las demás para compararte. Como no puedes ver tu propio cuerpo con objetividad, es imposible hacer una comparación cierta. Tú llega a tu peso más sano, y te aseguro que también será el de mayor esplendor de tu cuerpo. Salud y belleza son dos bienes, y por tanto no pueden contradecirse, sino que van de la mano. Piensa que si tú no estás en un peso sano y ves a otras más delgadas que tú, lo más probable es que no lo estén, pero si lo están, es su problema. Están enfermas, y tú no quieres estar así. 

9. No seas dura contigo misma

Una de las razones por las que la recuperación es tan difícil es porque, hagamos lo que hagamos, vamos a sentirnos mal. Si hacemos algo bueno para la recuperación, nos sentiremos culpables, gordas, asquerosas, perezosas, glotonas… Pero, por otro lado, si dejamos de hacerlo nos sentiremos frustradas, fracasadas, cobardes, tontas… Para ese lenguaje. Ya tienes suficiente con los insultos de la enfermedad en el primer caso, no agregues los tuyos en el segundo.

Intenta hacer las cosas lo mejor posible, pero es totalmente normal que te agobies y acabes comiendo menos, no pidiendo el plato que realmente te apetecía porque te ha dado miedo, saltándote una comida para compensar, teniendo un ataque de nervios por un comentario, liándote con una comparación, caído en algún comportamiento dañino, etc. Sí, a todos nos han pasado esas cosas y más. No pasa nada. Ningún paso que hayas hecho en la recuperación se pierde porque otro día hayas caído. Sigue adelante, no te flageles. No conviertas la recuperación en otra obsesión de perfección.

Espero que estos consejos te sean útiles. Síguelos, confía en el proceso, y no solo tendrás una feliz Navidad este año… sino que el año que viene será el año en que te recuperes y florezcas. ¡A brillar!



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