Mi caja de miedos: por qué me asustaba la recuperación de anorexia

Mi caja de miedos: por qué me asustaba la recuperación de anorexia

En los inicios de mi recuperación de anorexia nerviosa, hice el ejercicio de escribir papelitos con todos mis miedos relacionados con ese proceso y meterlos en una caja. Después, deposité esa caja a los pies del Señor, ofreciéndole todos esos miedos y otorgándole la soberanía sobre ellos. Era un acto de confianza, de que yo iba a hacer lo que tenía que hacer, y el resultado dependía de Él. Yo iba a trabajar en mi recuperación por Él, a pesar de todos los miedos que me agobiaban, y Él se encargaría de protegerme de todas esas consecuencias.

He decidido abrir esa caja y me he encontrado justo con lo que me imaginaba que habría sucedido: muchos de esos miedos no se han cumplido en absoluto; otros sí, pero ahora ya no me afecta, sino que puedo ver que es bueno.

Veamos 15 de ellos:

1. «Que no me sobresalgan los huesos»

Me daba un cierto gusto morboso pasar la mano por mi cuerpo y notar todos los huesos prominentes. Ahora veo que era algo degenerado en mi mente: no es bonito.

Los huesos tampoco han desaparecido hacia lo profundo como temía: se me sigue notando la clavícula, y puedo sentirlos si palpo. Pero están correctamente recubiertos por grasa (sí, una pequeña capa que es buena, saludable, y que no te hace verte gorda en absoluto) y, lo mejor, ¡por músculos! Que siempre cuando pensamos en ganar peso lo vemos todo en forma de grasa, pero para nada tiene que ser así.

VEREDICTO: cumplido parcialmente, pero me parece bien. Las cosas están mejor en su lugar correcto.

Yo justo antes de empezar la recuperación

2. «Estar incumpliendo la voluntad de Dios»

La motivación principal de mi anorexia era creer que era un ayuno santo, una llamada especial del Señor. El sentido de mi vida. Aunque, evidentemente, elegir la recuperación suponía haber intuido que no era así, había algo dentro de mí que seguía dándole vueltas, pensando si no me estaría equivocando estrepitosamente, o si en realidad no habría dejado este camino porque era débil y quería buscar una excusa para entregarme a los placeres del mundo.

Gracias a la guía constante de mi director espiritual, pude ir abandonando cada vez más esa idea y abrazando la verdad de que la voluntad de Dios para mí era la recuperación. Y ahora, por los frutos, está claro que lo era.

Ahora puedo ser una luz para otros que siguen atrapados en las garras del maligno, bajo la forma de trastornos alimenticios. Ahora comprendo que la inanición es un grave pecado contra el quinto mandamiento, no matarás. Y que mi cuerpo es una pieza preciosa de la Creación que debo tratar con respeto, cuidado y esmero como buena administradora.

VEREDICTO: demostrado 100% erróneo.

3. «Que me obliguen a estar en un peso demasiado alto»

Es decir, que los médicos no me dejaran parar en un peso en el que yo me sintiera cómoda, o en el mínimo peso sano, sino que me forzaran a seguir subiendo.

Ahora estoy muy poco por encima del mínimo peso sano, y no sé si es el punto óptimo para mi cuerpo. Y la verdad es que me asusta. Pero lo tomo con bastante paz. Tengo buena imagen corporal, y hasta puedo ver que todavía estoy delgada y que subir un poco más no va a hacer que de repente me vea gorda, sino que de hecho puede hasta venirme bien.

VEREDICTO: cumplido parcialmente, pero ahora no me importa mucho.

4.»Tener que restringir / matarme a ejercicio»

Creía que, para frenar y dejar de subir de peso llegado el momento, tendría que tomar medidas drásticas y controlar todo al milímetro para que mi cuerpo no se desbordara.

Pero ha encontrado solo su punto de equilibrio. Mi cuerpo se ha estabilizado y el tuyo también lo hará. Confía.

VEREDICTO: demostrado falso.

5. «Ponerme normalilla»

No tenía realmente miedo a estar gorda en el sentido de tener sobrepeso o ni siquiera estar rellenita. Pero sí de no conseguir mi punto ideal y verme skinny fat, fofucha, ni fu ni fa. Bien porque llegara a ese punto pero no fuera en un peso suficiente y me hicieran seguir subiendo, o bien porque ese punto no existiera para mí y tuviera que elegir entre estar extremadamente delgada o así, “normalilla”.

Todo falso. Toda persona tiene ese punto, que por cierto no es un punto, sino un rango, y ese rango no se va a dar en un peso que no sea sano, ya que sería por naturaleza contradictorio. El Señor nos ha creado de modo que la máxima salud coincide con la mayor belleza.

Gracias a seguir una dieta sana y equilibrada y a hacer ejercicio físico (sobre todo entrenamiento de fuerza), la forma de mi cuerpo se ha ido modelando conforme ha cogido más volumen y el resultado está siendo positivo.

VEREDICTO: demostrado falso.

Yo ahora

6. «Estar más gorda que las demás»

Estaba acostumbrada a ser la más delgada de cualquier grupo en el que me encontrase, y eso me daba sensación de alivio y seguridad. Al empezar a ganar peso, como yo me veía mucho más grande de lo que estaba, creía ya que estaba más gorda que otras. Pero vale, podía llegar a aceptar que fuera falso por mi imagen corporal distorsionada. Y que si de verdad estaban más delgadas, pues era un problema porque significaba que estaban enfermas.

Sin embargo, sabía que al llegar a un peso sano, era muy probable que coincidiera con chicas con pesos más bajos y por tanto estuvieran más delgadas que yo, sin necesidad de que se las viera enfermizas porque podían estar “casi” en el peso sano.

Ahora eso me ha dejado de afectar en gran medida, porque estoy mucho más segura en mi propio cuerpo. Puede ser que otra esté más delgada, ¿y qué? Yo estoy bien. Ella se lo pierde. Porque no se trata de que tengas que pesar lo mínimo para no verte enfermiza, sino de llegar a tu máximo esplendor.

VEREDICTO: parcialmente cierto, pero ya no me importa.

7. «No estar haciendo las mortificaciones debidas»

Veía las cosas que hacía por la anorexia como mortificaciones y sacrificios: restricción de comida, horas y horas de ejercicio, apretarme cinturones a modo de corsés, etc. Creía que estaba haciendo como los grandes santos. Y temía volverme una blanducha, o caer en la laxitud del cristianismo modernista.

Para empezar, está claro que la recuperación ha sido un sacrificio mucho mayor, me ha costado mucho más, he sufrido horrores, ha sido durísima, una batalla constante y agotadora que me ha chupado hasta las últimas de mis fuerzas.

Pero es que, además, porque ofrezcas algo difícil a Dios no se convierte automáticamente en algo bueno. Si es malo, es malo, y tu intención no cambia la naturaleza del acto.

Si te dolería matar a tu familia pero lo haces porque crees que Dios te lo manda, me da igual tu intención, puede que se reduzca tu culpa, pero te has equivocado hasta el fondo y Dios no ha recibido eso como una ofrenda agradable. Pues es lo mismo si te matas a ti misma, aunque por alguna razón esté tan bien visto entre muchos cristianos y sea alabado.

VEREDICTO: falsísimo.

8. «No tener un margen para poder subir por imprevistos»

El margen es un concepto que siempre me había obsesionado. Tenía la preocupación de que en un momento podía surgir un imprevisto que me hiciera subir de peso, y entonces debía estar todo el tiempo por debajo del peso que querría tener, para que si subía solo me quedase en ese peso.

Esta obsesión fue una de las principales causas de que llegara a pesar tan solo 33’5 kg. Porque, qué casualidad, todos los imprevistos (por ejemplo viajes) me llevaban siempre a bajar, no a subir. Y cuando volvía a la normalidad, no me esforzaba por recuperar lo perdido, porque en fin, así aumentaba mi margen.

Temía entonces que, al llegar a un peso sano, ya no iba a tener ningún margen para arriba. Esto es falso porque el doble planteamiento de partida es equivocado: ni un IMC de 18 es un punto máximo (es un mínimo) ni el peso en el que estás bien y te ves bien es un punto, sino un rango como ya he dicho.

Lo mejor es estar en cada momento en el rango óptimo, y esforzarse por ello en situaciones en que se podría hacer más difícil mantenerse. No tiene sentido estar el 99% del tiempo en un peso peor por el 1% del tiempo en el que pueden darse imprevistos y que subas. O que bajes, que es en realidad lo que a mí me suele pasar.

Tampoco tiene sentido planteárselo a largo plazo, en plan: “es que cuando tenga hijos”, “es que cuando sea anciana”… En cada momento podrás estar en tu rango de peso ideal, que eso sí, podrá variar también. Pero el rango bueno en cada momento será también el de mayor belleza para cada momento, recuérdalo.

VEREDICTO: no tiene ni pies ni cabeza.

9. «Que los demás piensen que estaba mejor anoréxica»

Me daba vergüenza imaginar que otros pudieran pensar que para qué había ganado peso, si me veía mejor antes.

Lo primero es que lo que piensen los demás no debería importarte en absoluto, sobre todo porque a la gente le han lavado el cerebro con cánones de belleza estúpidos, y les han hecho normalizar lo que es enfermizo.

Pero además no es lo que ha pasado, nadie piensa eso. Quizá porque no se trata solo de aumentar de volumen de cuerpo, sino que la piel mejora, el pelo se vuelve más sedoso y con forma, las uñas se fortalecen, los ojos brillan más, y desprendes más energía y vitalidad. Objetivamente, eres más guapa cuanto más sana

Es cierto que, en el punto en que estoy, este miedo vuelve a rondarme, porque ahora nadie parece pensar que tengo que seguir ganando peso, y no está claro que eso sea así en la realidad. Todo el mundo da por supuesto que ya estoy bien físicamente. Pero oye, sé que sigue habiendo espacio para mejorar, y si hasta ahora este método me ha resultado, ¿por qué no iba a seguir siendo así?

VEREDICTO: no se ha cumplido. Y si alguien lo piensa, es idiota..

Yo justo antes de empezar la recuperación
Yo ahora

10. «Que todo sea igual pero estando más gorda»

Proyectaba mi situación del momento hacia el futuro… Todos me decían que la recuperación de la mente iría siguiendo a la del cuerpo, y que vería las cosas de manera diferente, pero, ¿y si no era así? Me imaginaba un futuro en el que seguía viéndome asquerosa en el espejo, sintiéndome gorda, manteniendo una lucha mental sin descanso, aguantando los chillidos de la voz del TCA, derrumbándome en las comidas, comparándome obsesivamente con todo el mundo a mi alrededor, etc. Pero, encima, todo mucho peor ya que estaría más gorda y por tanto sufriría más. 

Para nada. Quienes me intentaban tranquilizar tenían razón. La recuperación de la mente ha sido más lenta, intrincada, complicada y dolorosa, pero poco a poco se ha instalado. Parece totalmente contraintuitivo, pero con más peso te ves mejor, te sientes mejor, desaparecen algunos pensamientos, baja mucho el volumen y la frecuencia de otros, coges seguridad, eres más feliz. Porque la mente sana, hasta a nivel físico, estaba desnutrida y por eso no podías pensar correctamente. Y porque el abandono y la confianza dejan que Jesús actúe rompiendo las ataduras del demonio.

VEREDICTO: demostrado falso. Todo es mucho mejor.

11. «No verme como las modelos»

Las modelos marcaban para mí el paradigma de belleza, el ideal supremo. Y sabía que la mayoría de ellas no estaban en un peso sano, por lo que, si a mí me hacían llegar hasta ahí en lugar de dejar que me quedara un poco por debajo, obviamente pesaría más que ellas, y me alejaría de ese ideal. 

Me ayudó mucho para combatir esto descubrir otros tipos de “modelos”, diferentes tipos de mujeres con pesos sanos que tenían cuerpos estupendos y deseables. La comunidad de fitness de instagram fue una gran fuente de inspiración. Hay que ir con cuidado, ya que allí hay también gente poco sana, pero en general es un ambiente mucho más positivo que el de las modelos. Ahora esas me dan pena porque sé que no se están desarrollando en su máximo potencial.

VEREDICTO: podríamos decir que se ha cumplido. Pero es algo positivo.

12. «Subir de talla»

Más que un miedo, esto era una certeza; lo que no sabía era si iba a ser capaz de lidiar con ello o si sería demasiado abrumador psicológicamente. Tenía la idea de que las tallas no iban solamente ordenadas de más pequeña a más grande, sino de mejor a peor

Tuve la fuerza cuando llegó el momento, claro, el Señor siempre da la gracia. Ahora entiendo que la mejor talla es la que le queda bien a tu mejor cuerpo. No se trata de cambiar tu cuerpo para que entre en la talla “mejor”, sino de buscar tu mejor cuerpo, y entonces descubrirás cuál es la mejor talla para ti. Se trata de estar segura en tu propio cuerpo y no buscar validación externa en un número.

VEREDICTO: se ha cumplido, ¡y para bien!

13. «No tener vientre plano»

Al principio de la recuperación, todo el peso parecía ir a la tripa y concentrarse descompensadamente allí. Esto en parte es obsesión y distorsión de la imagen corporal, pero por otra parte es cierto, es normal y… ¡se pasa!

En efecto, suele ser a donde primero va el peso, porque es una zona donde se concentran órganos vitales que tienen necesidad de un recubrimiento para protegerse. Entonces te ves descompensada, pero no porque tengas tripa, sino porque el resto del cuerpo es demasiado delgado. Además, al comer mucho más de repente, el cuerpo no está acostumbrado a procesar esas cantidades y te hinchas más.

Luego todo se equilibra, el peso se redistribuye y la tripa deja de ser prominente. De hecho, los abdominales al fin y al cabo son un músculo que necesita alimento para crecer. Si no, por muy delgada que estés, nunca los verás. Y tampoco tener abdominales visibles en en absoluto un signo de salud o de forma física.

VEREDICTO: no se ha cumplido. Es algo que primero va a peor, pero luego va a mejor.

14. «No tener tight gap»

El tight gap es el espacio entre los muslos, y se ha convertido en el indicador de delgadez por excelencia, lo que toda persona obsesionada por estar delgada busca y luce como trofeo. 

Que lo tengas o no en un peso sano va a depender de tu estructura genética. Yo creo que tengo un poco, aunque depende de la posición (la mayoría de fotos con tight gap están posadísimas, tenerlo estando de pie con las piernas juntas es muy mal signo).

Y, cuando ando, muchas veces me rozan las piernas una contra otra, pero ya no me doy cuenta; de hecho, al escribirlo estoy recordando que me solía molestar mucho eso y hacerme sentir fatal, y que ya hace un tiempo que es que ni lo noto. Es lo normal. Siéntete orgullosa de ello.

VEREDICTO: no se ha cumplido del todo, y sobre todo ha perdido completamente la relevancia.

15. «Ser una glotona»

Me gloriaba de mi autodisciplina, de ser capaz de resistir a los placeres de la comida a los que los demás sucumbían. Era una falsa ilusión de autocontrol, ya que la verdad era que estaba controlada por el TCA. Pero tenía miedo de convertirme en una “cerda”, en una persona carnal y adicta a la comida. Me daba asco pensar en acabar así.

Pero he aprendido a respetar el hambre como una reacción fisiológica normal de mi cuerpo, a no juzgar mis señales de hambre y a honrarlas en la medida de lo posible. Es decir, reconozco las señales de mi cuerpo, y está en mi poder decidir si actuar en consecuencia o no, pero como soy responsable y sé que he de cuidarlo y alimentarlo correctamente, elijo voluntariamente responder a ellas la mayoría de las veces.

VEREDICTO: no se ha cumplido. Ahora sí tengo el control. No “cedo”: decido.

Sé lo difícil que es confiar cuando estás en las primeras etapas de la recuperación y tus miedos parecen absolutamente reales e inevitables. Ves lo horrible que es el presente, y crees que el futuro será así o peor. Piensas que todos a tu alrededor te engañan y solo quieren que engordes. 

Pero yo otra vez te insisto, confía. Hazlo con miedo, pero hazlo. Apuesta cada día por la recuperación, incluso cuando es desgarradoramente doloroso. Ten esperanza. “Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor” (Salmo 27, 14). 

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